Cuando no tengas nada bueno que decir, mejor no digas nada

Ya hay demasiados refranes a lo largo de la historia que de alguna u otra manera nos llevan a la misma reflexión, y sin embargo, continuamos haciendo caso omiso.

De pronto esa confusión que se ha generado con el hecho de ser sincero y que como todo lo han llevado al extremo, pasan de ser sinceros a ser verdaderos cretinos y cretinas, que creen tener la verdad revelada de la vida y situaciones de los demás.
Estamos educando a una generación de pequeños cretinos y cretinas, que hablan mal de los demás, que se odian tanto que reflejan ese odio en otros, hiriendo con palabras con tal de quedar bien con algunos, nadie les ha dicho que lo único que logran es apartarse de su humanidad y crear brechas entre ellos y las personas.

Expresiones de descalificación han reemplazado los saludos; la charla sobre temas divertidos o importantes es sacada de la mesa, para darle lugar al chisme (que bajo ningún concepto es bien intencionado).
Lo gracioso del asunto es que no somos poseedores de verdades, pero lo escalofriante de todo esto, es que esta clase de comportamientos son inculcados desde las familias y para ser usado en contra de los mismos familiares, desde ahí podemos sospechar con certeza que así se relacionan con todas las personas dentro de sus círculos cercanos.

¿Eso es lo que queremos ser? ¿personas con cero calidad humana, con cero empatía?

Eso es lo que estamos siendo, estamos popularizando ser malas personas, blindados con un escudo de falsa honestidad. Decir lo que piensas es bastante valido en cuestiones de expresar ideas y posturas, pero eso no nos otorga el derecho de minimizar o ridiculizar a nadie a nuestro lado o a nuestro alrededor.

Es preferible guardar silencio antes de humillar, antes de menospreciar, de hacer comentarios hirientes, solo porque a ti te parece gracioso; si no tienes nada bueno que decir, no digas nada; nadie nunca ha salido lastimado por no recibir un cumplido, pero si hay suficientes personas con heridas abiertas a causa del veneno de palabras malintencionadas.

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