VIOLACIÓN CONYUGAL O EN CONTEXTOS DE RELACIONES DE PAREJA O EX-PAREJA


 


 A todas las víctimas de violencia sexual conyugal, a todas aquellas cuyos cuerpos han sido usados por las personas en las que una vez confiaron;  a todas a las que les dijeron que el sexo en una relación de pareja era una obligación, a todas esas personas las abrazo con solidaridad. Porque son víctimas de un sistema que perpetúa los deseos masculinos (en su mayoría) sobre sus derechos.

 

Dentro de las muchas violencias de las que no se habla lo suficiente, es sobre aquella que le da título a este capítulo y es la relacionada a los delitos de violencia sexual que, por parte de la pareja, ex pareja, compañero permanente, cónyuge, novio, pueda sufrir una mujer.

El 30% de las mujeres del mundo sufrirá violencia por parte de su pareja o ex-pareja en algún momento de su vida. El 8% de las mujeres será agredida sexualmente por su pareja o por un hombre ajeno a la relación, y el 38% de las mujeres asesinadas lo son por sus parejas o exparejas. Estamos hablando de millones de mujeres agredidas y violadas cada año dentro del contexto de las relaciones de pareja, un contexto en el que la referencia se supone que es el cariño y el amor. (LLORENTE, A. 2020)[i]

Estas son las cifras que arrojan las estadísticas, la realidad es muy superior, ya que para nadie es un secreto que muchos de los delitos de violencia que sufren las mujeres por parte de sus parejas, sean cónyuges, novios, compañeros permanentes o exparejas no son denunciados. Hay una vergüenza asociada al hecho de reconocerse como víctima de violencia por el reproche social que se encarniza con la mujer, con su comportamiento, con lo que según la opinión de los demás pudo hacer en contra del perpetrador, al que catalogan como aquel que “por su gran amor, se dejó llevar por x o y razón”. O que en razón de ese gran amor, puede hacer son su pareja lo que se le antoje, porque desde muy temprana edad le dijeron que sus deseos eran derechos.

Razones que son demasiadas, que son descabelladas y carentes de sentido, pero que forman parte del discurso de la cultura patriarcal que normaliza la violencia en contra de las mujeres y las hace responsables de la violencia que contra ellas se ejerce. Cuánto daño han hecho los mandatos de obediencia y la sumisión que le ha impuesto la religión a las mujeres, para ser consideradas virtuosas; han probado ser más bien, mecanismos de control sobre los cuales se apoya todo un sistema que trasgrede sus derechos.  

LOS VÍNCULOS AFECTIVOS, CIVILES O RELIGIOSOS NO OTORGAN CONSENTIMIENTO ILIMITADO

Y es que el mito extendido de que todo lo que pasa dentro de la institución del matrimonio es puro, sagrado y valido, por el simple hecho de estar casados, ha evitado que muchas mujeres se reconozcan víctimas de violencia sexual y le ha otorgado impunidad a los perpetradores, que usan el cuerpo de su cónyuge como un objeto.

“Aunque los hombres empiezan a tomar en consideración los deseos y las ganas de las mujeres, el sacrosanto deber conyugal sigue enraizado en las mentalidades”, deplora la Federación Nacional Solidaridad Mujeres[ii] (2011)

Así como la falsa creencia de que, por existir una relación entre dos personas, se anula la libertad sexual de una de las partes. Vemos como se trasladan los actos violentos a relaciones de pareja distintas al matrimonio, como los noviazgos.

Pero haber tenido sexo mil veces con una persona no le resta importancia a los delitos de violencia sexual que puedan darse en la dinámica de las relaciones de pareja. Puesto que el consentimiento sexual no es algo que se otorga sin límites y sobre cualquier circunstancia.

 Aceptar una relación o establecer un vínculo afectivo con alguien, sea civil, religioso, natural, no implica un sometimiento a los deseos sexuales de la otra persona, el consentimiento sexual es algo que puede o no existir, haya o no relación de pareja. En resumidas palabras, nadie está obligado a tener sexo con nadie, por obligación, ni deber. Y si no se tuvo en cuenta el consentimiento y se sometió mediante violencia física, psicológica, amenaza o cualquier otra, eso se llama violación.

Y pues sí, hay esposos, novios, parejas, exparejas que violan, porque creen que el cuerpo de su pareja les pertenece, porque ven en su pareja un objeto para su disfrute y en otras ocasiones porque disfrutan hacerles daño, porque su carente formación sexo-afectiva los lleva a emplear la violencia en sus dinámicas de relación de pareja.

Creer que el vínculo afectivo, civil o religioso otorga un consentimiento ilimitado y una especie de licencia sobre el cuerpo de la mujer, ha dificultado que la mujer se reconozca como víctima de este delito, la conciencia del perpetrador de que es delito, la revictimización a la que es sometida la víctima, pues ni los operadores de la justicia están formados para su adecuado tratamiento; que la víctima, el victimario, el núcleo familiar y cercano de la víctima y victimario, la sociedad en general comprendan que no es una obligación ni deber mantener relaciones sexuales con la pareja,  ni que el sometimiento por la fuerza es “algo que pasa en las relaciones”. Hay que educar a la sociedad en general, a los abogados y a los operadores de justicia en el reconocimiento y adecuado tratamiento a este delito que tiene por nombre VIOLACIÓN y tiene devastadoras consecuencias.

 

TRATAMIENTO JURÍDICO DE ESTE DELITO

En una sociedad como la nuestra en la que los deseos de los hombres se han puesto por encima de los derechos de las mujeres, justificándose con premisas como aquellas que afirman que los hombres son seres sexuales e incapaces de controlar sus impulsos, contradicción bastante frecuente en el lenguaje masculino, pues al mismo tiempo afirman ser superiores a las mujeres; pero si hay una verdad que no admite argumento en contra y es que ningún ser superior es dominado por sus impulsos.  Y mucho menos un ser superior, se sabría señor y dueño de un cuerpo distinto al suyo.  Pero es una contradicción constante en el machismo, que se alterna como excusa en distintos contextos.

También se ha legislado en favor de los deseos de los hombres desde que el mundo es mundo. Como lo puntualizan FACIO y FRIES (2005) Desde el punto de vista histórico, las diferencias entre los sexos y la desigualdad legal están estrechamente ligadas. ¿por qué? Porque la diferencia mutua entre hombres y mujeres se concibió como la diferencia de las mujeres con respecto a los hombres cuando los primeros tomaron el poder y se erigieron en el modelo de lo humano. Desde entonces, la diferencia sexual ha significado desigualdad legal en perjuicio de las mujeres.[iii]

Y no me refiero a que nuestra legislación no lo tenga tipificado, pues sí reconoce que una violación conyugal, es un delito que debe tener el mismo tratamiento punitivo que si fuera cometido por un extraño, con el agravante que supone el vínculo marital y/o de relación de pareja. (Sentencia C-285/97)[iv] Una violación lo es indistintamente de la relación que la víctima tenga con el agresor, en este caso tiene un mayor grado de lesividad por la existencia del vínculo marital, porque no es posible diferenciar una conducta que atente en contra de la libertad sexual y la dignidad humana, dependiendo del agresor; en el caso de las violaciones conyugales estas tienen mayor grado de reproche cuando víctima y agresor están unidos por vinculo marital. Este vínculo, no disminuye, sino que aumenta la punibilidad del hecho y lo agravan.

Sin embargo, el abordaje a este delito por parte de los operadores de justicia es reprochable porque viene condicionado con esquemas patriarcales, esos que ya hemos mencionado anteriormente y que incluyen la errónea premisa que las relaciones sexuales en el matrimonio o la relación de pareja son de carácter obligatorio y que no importa los medios que se empleen para conseguirla, es un derecho del hombre sobre la mujer pareja.

Nos encontramos, entonces, ante el amanecer de la clásica cultura de la culpabilización a la mujer que es víctima de delitos sexuales y delitos asociados con el “honor sexual masculino”, como el homicidio por la ira desatada por algún atentado contra la hombría o la virilidad (valores máximos elevados a bienes jurídicos tutelados por los estados hasta nuestros días). Se trata de narrativas basadas en la sobre-exigencia al comportamiento de las mujeres que son víctimas, no solo de sus agresores sexuales y físicos, sino víctimas también de una cultura que estereotipó sus cuerpos y sus hábitos, que estandarizó y normalizó la violencia y la agresión contra ellas y que positivizó la cultura de la culpa por el mal, el crimen o el dolor en los exclusivos actos femeninos, fueran incluso estos de tipo omisivo. Todo lo anterior fundamentado en valores an-drocéntricos2 cuya guarda implicaba la deshumanización de las mujeres y la tolerancia cultural sobre su dolores y sufrimientos. (MOLINA, D; CASANOVA, A. 2019)[v]

Los deseos y los derechos de las mujeres, en las sociedades y entornos machistas, no se perciben como propios, de hecho, se condenan cuando lo son. El deseo sexual de una mujer para que sea justificado debe ser en respuesta al deseo masculino, me explico mejor, se sostiene que si una mujer tiene relaciones sexuales con un hombre, es porque este hombre fue capaz de convencer a la mujer para acceder a su pretensión, porque esta mujer debe responder a los caprichos del hombre que siente atracción por ella; como si existiera una obligación en responder de manera afirmativa a esta.  El deseo del hombre se superpone a los derechos de la mujer que no tiene obligación de sentir nada por él y desde adolescente le enseñan a “aprender a rechazar delicadamente”, porque a los hombres no les enseñan a aceptar un no como respuesta y esa negativa, puede desencadenar una respuesta agresiva por su parte. Entonces se nos educa para no “herir las susceptibilidades masculinas”, en un amplio desconocimiento de nuestro derecho de decir no, sin que este implique una consecuencia que lamentar.  Basta de chistes flojos, como ese de que un “no, se convierte en un sí” porque lo que perpetua son culturas de acosos y violación. 

 

VIOLENCIA EN LAS RELACIONES AFECTIVAS DESDE LA ADOLESCENCIA.

Estos comportamientos no son exclusivos de la edad adulta, ya son comportamientos que se han venido reproduciendo desde años anteriores, porque el entorno está permeado con esta clase de comportamientos transgresores de la libertad y dignidad sexual. Así que desde muy temprano como en una especie de legado violento, las niñas y niños que ven esos esquemas, que los apropian y los replican, llegan a ser adolescentes que establecen relaciones afectivas desde el conflicto y las distintas formas de violencia.

No podemos ser ajenos, al hecho de que se ha ensalzado como propio de las relaciones de pareja, los comportamientos tóxicos, abusivos y violentos, como estándar y como una especie de meta aspiracional. Nada más es observar las redes sociales y ver la glorificación que de estas conductas se hace.

La deficiente formación sexo-afectiva, la influencia de la pornografía, el mito del amor romántico que en libros, películas y novelas se mantiene como una constante, derivan en una distorsión de la realidad en la cual los antivalores y las conductas violentas son la norma.

Por tanto, se puede considerar que la adolescencia es una etapa clave para el aprendizaje, en la que las pautas de comportamiento que se adquieran van a influir en la formación tanto de los jóvenes como de los adultos. Asimismo, de acuerdo con Sebastián et al. (2010), la violencia en las relaciones afectivas entre jóvenes se produce en una fase en la que se empiezan a hacer realidad las primeras relaciones románticas anheladas y, en muchos casos, soñadas, en las que varias de las pautas de interacción pueden dejar las puertas abiertas al abuso en las relaciones presentes y futuras.[vi] (GARRIDO y otros; 2020)

Es hora de empezar a enseñar diferente, de tener modelos de relaciones sanas y que estas a diferencia de lo que describen, no carecen de emoción, de risas, de momentos increíbles, ni siquiera de sexo. Las relaciones sanas, lo que no tienen, es violencia; las componen personas que decidieron trascender a esos modelos de machismo, toxicidad y violencia. Si supieran cuanta paz y calma hay en relaciones sanas y horizontales y estas se convirtieran en el tipo de relación aspiracional, no solo tendríamos un cambio en la mentalidad de los adolescentes en cuanto a conductas y comportamientos sexuales, estos los llevarían a su etapa adulta y si estas personas deciden tener descendencia, tendríamos una generación de niñas y niños, sin tantos traumas y carencias emocionales, tendríamos un mejor modelo de familia, sea como sea que estas se compongan.

 

EL SIGNIFICADO DE UNA VIOLACIÓN

Ya hemos dejado claro que no importa la relación de la víctima de violencia sexual con su agresor y que lejos de estar o haber estado en una relación de pareja lo justifique, esto se convierte en un agravante.

No existen consecuencias menos lesivas a la dignidad, a la libertad sexual porque el ataque provenga de un agresor conocido. No hay menos dolor, ni menos trauma, ni son menores las consecuencias, porque en algún momento o durante muchos años se tuvo relaciones sexuales con el agresor.

Una violación conyugal es de igual manera un cuerpo invadido y violentado, es la traición de la confianza en la persona con la que se tiene o tuvo un vínculo afectivo, es el sometimiento a un deseo que no respeta la voluntad propia, es un atentado directo a la psiquis, al cuerpo y a las emociones. Es un delito contra la dignidad y la libertad sexual.

¿Por qué la violación obtiene ese significado? Porque debido a la función de la sexualidad en el mundo que conocemos, ella conjuga en un acto único la dominación física y moral del otro. Y no existe poder soberano que sea solamente físico. Sin la subordinación psicológica y moral del otro lo único que existe es poder de muerte, y el poder de muerte, por sí solo, no es soberanía.  (SEGATO, R. 2016)[vii]

Se intenta por medio de este vejamen someter, minimizar a la víctima, se intenta desposeerla de sí misma al arrebatarle la soberanía sobre sus decisiones y su cuerpo. No es un deseo incontrolable, es un despliegue de fuerza y poder, de quien desprecia el cuerpo del otro y cuya satisfacción sexual, está en el menoscabo de la moral de la persona a la que violenta.

  

 LOS TIPOS DE VIOLACIÓN EN LAS RELACIONES DE PAREJA

Dentro de las formas de violación conyugal que se dan en los contextos del matrimonio y de las relaciones de pareja, de acuerdo a ( Finklehor , D. y  Yllo K) podemos encontrar las siguientes

·         Violación con el Uso de Fuerza Solamente

La pareja usa sólo la cantidad de fuerza necesaria para obligar a su cónyuge o pareja íntima. El golpear a su pareja usualmente no es característico de estas relaciones.

·         Violación con Golpes Físicos

Compañeros que golpean y violan a su cónyuge o pareja íntima. Los golpes pueden suceder al mismo tiempo, antes o después de la violación sexual.

·         Violación Obsesiva

La pareja usa tortura o actos sexuales perversos contra su cónyuge o pareja íntima. Ellos están dispuestos a hacer uso de fuerza para llevar a cabo estas actividades.[viii]

No siendo estas las únicas formas, pues la violencia psicológica que se emplea para forzar a la otra persona a mantener relaciones sexuales, por medio de amenazas tan distintas como:

1.      Insinuar que si la otra persona no tiene sexo es porque tiene un amante

2.      Amenazar con violentar a los hijos si no se accede

3.      Amenazar con no proveer dinero para la alimentación familiar

4.      Ex parejas que piden sexo a cambio de la cuota alimenticia

   

Entre un largo etcétera, las violaciones sexuales en contextos de parejas y exparejas, debe ser entendida en la particularidad de la relación, no son iguales en todos los contextos los medios utilizados por el victimario para violentar.

 

VIOLACIONES CONYUGALES EN PAREJAS DEL MISMO SEXO

No es de extrañar que los delitos sexuales que se cometen en parejas del mismo sexo han sido muy poco estudiados por el derecho y que no se conocen cifras oficiales para establecer el número de personas que han sido víctimas de este delito en relaciones de pareja del mismo sexo.

Esto podría deberse a situaciones como aquellas en las que erróneamente se cree, que hay una igualdad absoluta en las relaciones de pareja homosexuales, es decir, no se concibe que una relación de personas del mismo sexo pueda dar lugar a violencia sexual. Cuando lo cierto es que la violencia en las relaciones de pareja, no se da por el sexo o género de quienes la compongan, si no por las desigualdades entre los miembros y las dinámicas de poder que en ellas se empleen, así como en las relaciones heterosexuales.

Es por esto que resulta importante identificar y describir los tipos de violencia dentro de las parejas homosexuales, ya que al no tener conocimientos sobre esta realidad se vuelve más vulnerable a esta minoría (Cantera, 2004 citado por SALDIVIA et al., 2017)[ix]

La violencia sexual en parejas del mismo sexo, se da de la misma manera, mediante actos que atentan contra la libertad sexual, que tienen consecuencias igualmente adversas sobre las personas que la sufren, pero que por prejuicios y desconocimientos en los operadores de justicia se trivializa o se invisibiliza.

CONCLUSIÓN

Las violaciones conyugales son aquellas perpetradas por la pareja sea esta cónyuge, compañero permanente, ex pareja, en contra del otro miembro.

Que es un delito que se agrava por el parentesco y cuyas consecuencias no son menores por ser el agresor una persona con la cual se está o se estuvo en una relación de pareja, ni por haber tenido sexo en ocasiones anteriores.

Sus formas son muchas y se ha invisibilizado y minimizado por parte de una sociedad que cree que los vínculos afectivos son un consentimiento ilimitado y las falsas creencias de que el cuerpo del otro, en su mayoría de las mujeres, le pertenece a su pareja.

Que este delito se da de igual forma en parejas del mismo sexo y se le debe tratar de la misma manera, pues los derechos son en nuestra dimensión de seres humanos y no de nuestra preferencia sexual.

Razón por la cual, el derecho debe brindar las garantías necesarias para proteger y judicializar a sus perpetradores, así como los operadores de justicia deben ser educados en políticas de derecho y género, para que puedan ser las victimas tomadas en serio.

Ni que decir, que como sociedad tenemos una deuda pendiente en educación sexo-afectiva libre de machismo, en la cual el respeto hacia el otro, su dignidad y libertad sexual sean reconocidas y actuaciones contrarias tengan todo el reproche social.

 


 

 

 

 

 

 



[i] Llorente Acosta, M. (2020) El género y el sistema de (in)justicia. Panorama general acerca del

fenómeno de la violencia de género (Págs. 25-37). Tirant lo Blanch. Valencia. Disponible en https://bd.usergioarboleda.edu.co:2534/cloudLibrary/ebook/show/9788413360157. [Consultado el 28 de octubre de 2020]

[ii] RFI. (2011). Cuando deber conyugal es sinónimo de violación. Disponible en https://www.rfi.fr/es/francia/20110614-cuando-deber-conyugal-es-sinonimo-de-violacion. [Consultado el 28 de octubre de 2020]

[iii] Facio, Alda; Fries, Lorena.(2005) Feminismo, género y patriarcado. Revista sobre enseñanza del derecho de Buenos aires. Año 3, número 6. ISSN 1667-4154. Págs. 259-294

[iv] Corte constitucional. Sentencia C- 285. Disponible en https://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/1997/C-285-97.htm . [Consultada el 28 de octubre de 2020]

[v] Molina-Rodríguez, D. I. y Casanova-Mejía, A. C. (2019). Marco jurídico para la violencia sexual en Colombia.(Págs. 42 y 43). En Y. A. Carrillo-Cruz (Comp.), La violencia de género desde un enfoque multidisciplinario (pp. 40-83). Bogotá, Colombia: Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia. Disponible en https://bd.usergioarboleda.edu.co:2351/10.16925/9789587601220. [Consultado el 28 de octubre de 2020]

[vi] Garrido Antón, M. J., Arribas Rey, A., de Miguel, J. M., & García-Collantes, Á. (2020). La violencia en las relaciones de pareja de jóvenes: prevalencia, victimización, perpetración y bidireccionalidad. Revista Logos Ciencia & Tecnologia12(2), 8–19. https://bd.usergioarboleda.edu.co:2289/10.22335/rlct.v12i2.1168 [Consultado el 28 de octubre de 2020]

[vii] Segato, Rita Laura. (2016) La guerra contra las mujeres. Colección Mapas 45. Madrid. Traficantes de Sueños. Pág. 38

[viii] TAASA. Texas Association Against Sexual Assault. Fuente de Información: License to Rape: Sexual Abuse of Wives by D. Finklehor & K. Yllo. Disponible en http://taasa.org/wpcontent/uploads/2015/05/BR_RapeInMarriage_SPAN_2014.pdf. [Consultado el 28 de octubre de 2020]

[ix][ix] Saldivia Mancilla, C., Faundes Reyes, B., Sotomayor Llanos, S., Cea Leyva, F. (2017). Violencia íntima en parejas jóvenes del mismo sexo en chile. Última década, n°46, julio 2017, PP. 184-212. Disponible en http://www.codajic.org/sites/www.codajic.org/files/Violencia%20%C3%ADntima%20en%20parejas%20j%C3%B3venes%20del%20mismo%20sexo%20en%20Chile%20.pdf . [Consultado el 11 de noviembre de 2020]

A TI, NO TE PERMITO QUE CUENTES MI HISTORIA

 

No te permito que cuentes mi historia.

A ti, que siempre has tergiversado de mi vida

A ti, que no estuviste en casi ningún momento, por lo cual de nada tienes certeza

A ti, no te permito que cuentes mi historia.

A ti, que hablas con propiedad de sucesos que no te constan

A ti, a quien nunca le conté nada

A ti, no solo no te permito que cuentes mis historias, te prohíbo que lo hagas

A ti, que me has descrito como un monstruo, como una mala persona

A ti, que mis logros y alegrías te son indiferentes

A ti, que solo te importan las apariencias y el qué dirán,

A ti, que no conoces mis anhelos y mis temores

Te prohíbo que cuentes mi historia.

Porque no se puede hablar de lo que no te consta, solo por tu necesidad de tener un discurso.

A ti, que solo has sabido ser una enemiga para mí.

A ti, te prohíbo que cuentes mi historia.

A ti, que has distorsionado la realidad, para que coincida con tus mentiras.

A ti, que eres una mala persona, una mentirosa patológica, que se cree brillante porque ha roto relaciones de todo tipo con sus intrigas.

A ti, que dañas usando tácticas de cobarde

A ti, que hieres a propósito

A ti, que juzgas creyendo ser superior moralmente

A ti, te prohíbo contar mi historia.

El principito

Por: Johanna Carolina Bula  Érase una vez en un país muy muy muy lejano, tan lejano que diera la impresión de ser todos los lugares al mismo...