Minimizar la conducta, no hace que esta desaparezca

 


 

Por: Johanna Carolina Bula


Hay situaciones que las familias por comodidad niegan, que minimizan intentando que esa especie de pacto de silencio haga que desaparezcan, algo así como que, si no se menciona, no existe.

Y ocurre todo lo contrario, porque de la intención al resultado sucede todo, menos lo que se espera, pareciera ser algo que la lógica indicaría, pero la lógica no es algo que se deba estar esperando y mucho menos bajo la cual se actúe.

Los hombres maltratadores suelen estar apoyados por sus familias, sean un par de miembros, uno que ejerce dominación o por todos, por eso rara vez estos van a sentir que lo son, pues todo su discurso y lo que hacen no es ajeno, ni extraño a las concepciones bajo las cuales se educó y las que creció observando.

Es más, puede que, en una total inversión de valores, los antivalores pasan a ser la norma del grupo familiar y de los que el maltratador se ampara para continuar ejerciendo todo tipo de violencia.

Las madres tienen un rol importante en la crianza de los hijos, pues en esa concepción terrible y tergiversada de la maternidad, se les pide socialmente a las mujeres madres que perdonen a sus hijos todas las cosas que hacen y de paso las oculten al resto. Sin embargo, esta máxima llevada al extremo es la que hace que se defienda lo indefendible y que se acolite a través de la minimización las conductas de maltrato, intimidación y violencia que sus hijos varones ejercen sobre las mujeres.

Estos hijos dorados de mamá, suelen tener características casi que de manual y suelen comportarse de maneras muy similares con las mujeres de su entorno, dentro de las características que podemos encontrar en estos hombres son:

1.    baja autoestima

2.    regular o nulo control de impulsos

3.    actitudes violentas

4.    malos tratos recurrentes

5.    no toman decisiones sin consultarlas con la mamá

6.    considerar putas a todas las mujeres

7.    negar que su conducta sea violenta

entre otras, que pueden estar o no presentes.

Su forma de comportarse también puede ser muy similar, pues su forma de referirse a las mujeres es con desprecio, no siendo extraño que las llamen “putas” , “perras” , “brutas” y las traten como si fueran inferiores. Una inferioridad que se inventan los maltratadores, porque son conscientes que estas mujeres son mucho más de lo que él podría aspirar.

Estos hombres desacreditan los logros de las mujeres con las que están, pues los atribuyen a la suerte o a que se acostaron con alguien, porque estos celopatas siempre van a imaginarse que su pareja se acuesta con alguien más; catalogan cada interacción social o profesional como un coqueteo, pues para ellos la mujer es una presa fácil de cualquiera y es una ingenua que “no ve las intenciones de los demás”. Intenciones que evidentemente están es en la cabeza del maltratador y de la que se excusa para seguir maltratando.

Suelen burlarse de las aspiraciones de las mujeres, porque en caso de seguir logrando cosas, ellos se van quedando atrás y no hay algo que deteste más un maltratador que una mujer capaz de lograr, lo que él no se atreve ni a empezar.

Los maltratadores suelen inventarse cargos, títulos y experiencias que no tienen con tal de ser vistos como exitosos y miembros importantes de la sociedad, se inscriben en actividades con connotación social alta en las que sus aportes pasan desapercibidos, o en las que aprovechan para hacer gala de su personalidad arribista, pero que cuando se es hombre, se toma como sinónimo de asertividad y ambición.

 

Y su círculo cercano puede notarlo e incluso tenerlo claro, pero la influencia y el papel que juegan ciertos padres, en especial las madres, que saben que su hijo es un maltratador, puede llegar a considerarse de complicidad, pues estas van a apropiarse de discursos violentos y revictimizadores, en los cuales las mujeres en la vida del hijo son las culpables de su comportamiento, sí, para estas madres, las mujeres son esas brujas, seductoras poderosas, capaces de hacer que su hijo haga cosas que no haría, y el cuento se va a repetir con cada una de estas mujeres, que al mismo tiempo tampoco llenan el sinfín de requisitos absurdos de lo que ellas quieren para sus hijos.

Porque al mismo tiempo que ninguna mujer es lo suficientemente buena, pretenden para el hijo maltratador, una que haga desaparecer en su hijo todo lo malo. O todo o nada, o la puta o la redentora son los arquetipos que los maltratadores y sus madres alcahuetas ven en las mujeres, y hago la aclaración, no todo maltratador tiene madre alcahueta, pero los que la tienen, suelen seguir un mismo patrón.

Los culpables para el maltratador y su madre cómplice son los demás, aquellos que denuncian y que alzan la voz en contra de sus comportamientos y acciones, los culpables son los amigos que rompen el pacto patriarcal y les hacen ver que no están actuando bien, son los que socialmente sancionan con la exclusión y los familiares que se atreven a decir lo que no está bien.

Una madre, un padre, una persona que busque culpables por fuera del maltratador, es una persona incapaz de reconocer que quien ejerce violencia lo hace motivado en su carácter y su poca formación emocional y sexo afectiva

No se le hace un favor ni un bien a un maltratador, ocultar y respaldar sus actos en excusas flojas, como que lo hizo motivado por algo, porque es seguir manteniendo el discurso que las mujeres son cosas y brujas manipuladoras.

Hay núcleos familiares enfermos, contaminados de machismo y misoginia, en los que se alaba al guache, al maltratador, al violento, en el que si pega es porque fue provocado, pero jamás porque este tenga cero control de impulsos y dominio sobre sí mismo, siempre, siempre, todo es culpa de alguien más, en especial de las mujeres que son víctimas.

Familias enteras que creen que las mujeres son cosas, son brujas, son putas, que perpetúan el odio y excusan el maltrato “porque algo tuvo que haber hecho”, porque odiar a las mujeres es parte de su cultura y proteger al maltratador un mecanismo de defensa social que, si se expone, pondría en evidencia un defectuoso sistema familiar y las apariencias pesan más que la intención real de corregir y denunciar.

Porque ante los actos de los maltratadores la sociedad, las familias, las instituciones esperan de las mujeres silencio y que en nombre del amor romántico aguanten lo que venga, con tal de no quedarse solas y retener a alguien

Porque aun nuestro amor está atado a lo que seamos capaces de soportar, porque en algún momento ese cretino va a cambiar o la vejez no le va a dar para seguir en las mismas.

Porque ese hombre maltratador es víctima de las mujeres que lo llevan a cometer actos que normalmente ellos no cometerían, porque se inventan cada excusa para no reconocer que en esa familia existe lo que tendrán que rechazar. Y uno no pide que rechacen al hijo, se pide rechazo a su conducta, se pide rechazo a su proceder, se pide que asuma su responsabilidad e irresponsabilidad

Los hombres maltratadores son hijos sanos del patriarcado, son hombres que no valoran a las mujeres, que las ven como cosas o seres humanos de segunda categoría, las familias que acolitan estas conductas y sobreprotegen al maltratador ideando excusas, incluso uniéndose al ataque de diversas formas de las mujeres víctimas, como por ejemplo hablar mal de la mujer para que esta sea mal vista ante los ojos de los demás; decir que ellas son las culpables de sus celos, porque algo hicieron; defender lo indefendible a capa y espada y seguir en la intimidad alentando estas conductas…porque al no encontrar reproche, sino apoyo, se perpetua y se vuelve costumbre. El maltrato hecho hecho costumbre, la violencia hecha ley.

Y así viven todas sus relaciones interpersonales con el sexo opuesto, con prejuicios, con dinámicas de demostraciones de poder a través de la humillación y el maltrato, con chismes sobre la calidad de persona de las mujeres, con el pensamiento inamovible que la única santa es la madre (y a veces ni eso) y todas las demás mujeres son putas.

Los maltratadores carecen de empatía, suelen ser maestros superficiales del engaño y con una inteligencia social y emocional muy limitada. Son seres peligrosos, porque al no poder ser más, buscan hacer menos a los demás, y sus víctimas favoritas son las mujeres.

Porque negar la violencia que un miembro de tu familia ejerce, no es mantener la unidad familiar, estos comportamientos se dan con las mujeres de su familia…es decir, esa unidad no existe, ya está fraccionada, es ser cómplice de violencia sobre otra persona.

Si bien, no siempre estamos en la posición de hacer entrar en razón a un maltratador, tampoco estamos obligados a hacer las veces de público silencioso, por temor a sus represalias y las de quienes lo protegen. Hay que alzar la voz, hay que seguir insistiendo en que lo que está mal, está mal y que los violentos no siempre están afuera, a veces están dentro de la misma casa.

No hay amor de madre que se cuestione, si no se aprueban las conductas violentas de los hijos; pero sí es cuestionable el silencio y el apoyo a través de inventar excusas a hijos que no están actuando de acuerdo al deber ser.

Tener madre, hermanas, tías no ha evitado que un hombre maltrate y tampoco evita que sea machista, así que dejemos de usar esa opinión para hacerle frente a las acusaciones de maltrato.

No hay porqué perpetuar esquemas de pensamiento retrógrados, ni hacerse los de la vista gorda con los maltratadores al interior de la familia, porque si hay algo que no merece nadie es ser víctima de ningún tipo de violencia, mucho menos por razón de ser mujer, en un mundo que odia a las mujeres y sistemas familiares que acolitan maltratadores.

Porque por más que ese maltratador se crea invencible, solo basta una denuncia para que todas las demás empiecen a llegar, porque en algún momento las excusas se acaban y culpar a las mujeres victimas no te hace muy diferente del maltratador.


Nos merecemos familias sanas, entornos seguros y menos gente dispuesta a alcahuetear maltratadores.


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