NOS DEJAMOS CARICATURIZAR Y ASÍ NOS QUEDAMOS

 

 


Ver una película, novela, serie colombiana en la cual participe un personaje “costeño” es un verdadero fastidio y una falta de respeto. Tengo años viendo como nos dejamos caricaturizar y así nos quedamos, al punto que creemos un piropo que nos digan “no pareces costeña/o”

En el imaginario nacional somos las personas más escandalosas del mundo, con un gusto espantoso para vivir y para vestir, también en esa fantasía que se nutre de la firme intención de desprestigiar y de burlarse somos flojos, vividores, alcohólicos, mujeriegos, buenas para nada, esposas celosas e ignorantes, o novias estúpidas con la capacidad de comprender de una paloma.

A través de la representación que de nosotros se hace, se nos convirtió en el hazmerreír, en sujetos despreciables en cada espacio a excepción de las parrandas.

Nuestro lenguaje y costumbres, de las que no tenemos nada de qué avergonzarnos, se tergiversaron para el entretenimiento de un país que encuentra gozo en la humillación y la burla.

Se nos pintó como los sujetos que laboralmente no tienen nada que aportar y esto ha generado tal impacto en la mentalidad que en nuestra misma tierra, prefieren contratar a alguien del interior, porque esa misma representación que a nosotros los costeños no afecta, a las personas del interior les favorece, estos en una inmensa mayoría en esas mismas películas, series y novelas son representados como personas elegantes, con disciplina férrea, con ética de trabajo intachable, con buenos modales incluso en la mesa, sobretodo que los hacen ver como personas con inteligencia emocional desarrollada…pero nos dejamos caricaturizar, ellos se engrandecieron…a todos nos fue pareciendo bien y así nos hemos quedado.

Los costeños no somos personas de moral cuestionable, no somos los esposos maltratadores e infieles, no somos los espantapájaros vestidos de camisas de estampados fosforescentes, pantaloneta y chancleta; tampoco somos la mujer fea, chismosa, que se pasea en bata por el barrio buscando al marido irresponsable; no somos el novio que no sirve ni para estorbo, ni el que no estudia por vago; no somos la joven que busca un “cachaco” para “mejorar la casta”; no somos ingenuidad de la que hay que sentir lastima y de la cual puedan aprovecharse; no somos el colega que ocupa un puesto por “ser chévere” o “porque aporta alegría”

Somos más que esa representación alegrona y simplista que se ha hecho de nosotros; somos personas que como en todas partes gozan de singularidad.

Somos esa variedad de acentos que no tienen por qué ser representados con burla y que mucho menos tienen que ser encasillados como indeseables en espacios académicos, laborales y sociales. Nuestros acentos son diferentes ¡sí que lo son! Como son todos los demás acentos con sus palabras y sus usos, con sus frases propias, con sus significados y cada uno engrandece, aporta, es válido por ser genuino.

En un país que pretende trascender escenarios violentos, se sigue creyendo que la burla y la descalificación es una forma; siempre y cuando genere rating pisotear un a los demás está justificado. De aquello que nos reímos, dice mucho de nosotros… pregúntate hoy ¿yo de qué me rio?

Me gustaría volver a ver en pantalla costeños como hace tiempo lo fue, sin esa caricaturización innecesaria, con la simpleza y complejidad con la que vivimos diariamente; con personajes que representen la tenacidad, la disciplina, el esfuerzo de la que hemos demostrado ser capaces y quizá por eso, se atenta en contra. Con la diversidad como complemento de una sociedad que pueda respetar sus diferencias sin menoscabar las ajenas.

Porque por lo menos yo nunca he conocido a ningún costeño que diga “nojoda hey compa cuadro” de seguido y cada 10 minutos, como si no tuviera nada que aportar. Porque seguiré siendo una abanderada del “ajá” para cualquier circunstancia, que requiera pocas, pero contundes palabras. 

El principito

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