Se acabó la guerra



El duelo que sigue el final de una relación abusiva hay cierta sensación de alivio, Como de quitarse un peso de encima, Como de liberarse de la presencia persecutoria de un detective privado que te mira. 

Porque la vida junto a una persona abusiva se parece mucho a estar bajo la lupa de la KGB, la CIA y el Tribunal de la Santa Inquisición simultáneamente.
 Nada de lo tuyo es privado.
 Todo termina siendo público y transparente para que el otro lo pueda controlar y comprobar: lo que haces, lo que dices, lo que hablas, piensas o deseas en cada momento.
Una mujer que pierde a un hombre así siente que pierde muchísimo; pierde una promesa de amor incondicional, un cuidador, a un protector, pierde al hombre que aparenta o que cree estar locamente enamorado de ella ¡no es poco! 

Pero lo más importante es... que perdiéndolo se salva!... 
De un maltratador, de un perturbado, de alguien que no es capaz de controlar sus impulsos, de un hombre que interpreta la realidad según su patología y que reacciona violentamente sin poder evitarlo. 

En nombre de un cierto amor inconmensurable, consentimos cualquier tipo de trato o de maltrato ¿qué se esconde detrás de la frase " pero es que yo lo quiero"? Tal vez la apuesta de que nosotras y nuestro amor lo pueden todo, pero amar no siempre es suficiente. 

Terminar una relación así sabe a derrota, pero también sabe a reposo; se acabó la relación ¡y es horrible! Pero también se acabó la guerra ✍

El principito

Por: Johanna Carolina Bula  Érase una vez en un país muy muy muy lejano, tan lejano que diera la impresión de ser todos los lugares al mismo...