Me voy a dedicar a leer el tarot

 


A la mierda todo, la razón, los libros, el esfuerzo, a la mierda todo de verdad

Representa más la charlatanería que la preparación académica, ¿o es la rosca y las conexiones? da igual, me voy a dedicar a leer el tarot

Hasta la coronilla y con la paciencia partida de intentar encontrar espacios que reconozcan el aporte que uno puede hacer, me rehúso a creer que soy en extremo inútil.

Me voy a dedicar a leer el tarot, porque es más fácil vender mentiras y decir lo que el otro quiere escuchar, por eso sí están dispuestos a pagar

Porque pagar por una asesoría seria, por parte de alguien que no deja de prepararse para brindar lo mejor que tiene para dar, resulta al parecer, un absurdo, una cosa que no merece remuneración.

Voy a leer las cartas y prometer éxito, amor eterno, prosperidad ilimitada y todo eso lo veré en dibujitos, inventaré mil historias y por ello pagarán porque las mentiras venden y las falsas esperanzas siempre tienen seguidores.

Resolveré problemas con frases de cajón, esas que tanto gustan, porque refuerzan por lo general, pendejadas que damos por ciertas.

Prenderé velas de olores y de colores, para supuestamente aliviar problemas que requieren terapia psicológica seria, pero qué carajo, a los psicólogos tampoco les quieren pagar, no sé si estamos igual de jodidos psicólogos y abogados o hay alguno de estos gremios más jodido que el otro, porque en ambas profesiones se dan soluciones reales y nos une la tragedia que eso no es lo que la gente quiere; como no nos catalogamos como “emprendedores” ni tenemos “un producto” que mostrar en videos divertidos, la gran mayoría cree que lo que sabemos lo sabe cualquiera. Ignorando los años de estudio, la inversión de tiempo y dinero.

Haré tik toks y reels en turbante y bata de colores, daré coordenadas, aunque no sepa ni donde estoy parada; diré que tus traumas son producto de tu signo ascendente y por eso sí me pagarán. Porque los sinsentidos místicos fascinan a los incautos. Porque la tendencia supersticiosa es una enfermedad de la que adolece el mundo.

Me voy a dedicar a leer el tarot, a hacer predicciones de números de lotería, inventaré amantes y las describiré con lujo de precisión y detalles, porque es más fácil culpar a un tercero inexistente que asumir la cuota de responsabilidad que uno tiene.

Dejaré librada a la irresponsabilidad de los cambios de la luna, los negocios que salgan mal; recetaré baños de hierbas, frutas y verduras en contra de la envidia, para encontrar trabajo. Inventaré que tus fracasos son por causa de la brujería y seguro así, mi cuenta bancaria dejará de dar tristeza.

Pondré mi imaginación al servicio de lo que vende y dejaré mi intelecto y razón en el mismo lugar donde provoca sepultar mis diplomas.

Dejaré mis libros de decoración y quizá de recordatorio de que un día me comí el cuento flojo de que el esfuerzo trae recompensas.

Me dedicaré a leer el tarot y por eso estoy segura que sí me pagarán, sin cuestionar si los vale o no, sin comparar lo que dije con lo que el vecino les dijo, sin el dolor de cabeza de que me cuestionen si de verdad sé de lo que estoy hablando.

Venderé mentiras, porque los servicios profesionales al parecer no valen.

EL TRABAJO MÍO VALE, PERO… ¿Y EL DEL OTRO?

 


Bastante bien que aprendieron la frase de MI TRABAJO VALE, nada mejor que reconocer todo el esfuerzo detrás de los estudios, los años de experiencia y todo eso que te hace bueno en tu área.

Me parece fabuloso y motivo de celebración que no te vendas por menos, ni regales lo que con tanta dedicación a ti te ha costado.

Pero y qué pasa con el trabajo del resto? Ese sí que se puede menospreciar y por “pordebajear”. Porque seguro que a ese otro no le costó tanto, ni sabe tanto, al fin y al cabo. A ese otro como que le regalaron los estudios, las trasnochadas, el esfuerzo, a ese otro seguramente no le costó lo que a ti.

Así vamos por la vida, pregonando la superioridad propia y depreciando lo ajeno, sin tener en cuenta que todo es una cadena y que todos somos los demás de los demás.

Este mundo no está más jodido, porque no se lo han puesto como meta. Pero lejos de eso no estamos si seguimos creyéndonos el ombligo del mundo… imagínense todos creyéndose la misma vaina, de tanto hueco nos vamos a desaparecer en nosotros mismos.

El egoísmo nos hace ruines, el desprecio por el otro no nos eleva a categoría de nada.

Ignorar el esfuerzo, la dedicación, lo que a cada quien le costó, no incrementa tu valor, nos convierte en seres humanos cada vez más pequeños en un mundo que necesita reconocer a sus habitantes como seres humanos con derechos y que estos derechos no sean constantemente aplastados por el absurdo, por el fanatismo, por la estupidez que a la brava vuelven ley.

Mi trabajo vale ¡yes, claro que yes! EL DEL OTRO TAMBIÉN, vale su producto, vale su servicio, vale lo que hace, lo que sabe…el hecho de saber qué hacer y qué no hacer.

Pedimos un mundo en paz, mientras que pisoteamos la dignidad de quien se nos atraviesa, dependiendo del genio en el que nos levantemos; nos reímos del esfuerzo que no hicimos, porque no vimos todo lo que implicó.

Mi trabajo vale, el del otro también porque cada logro (a menos que sea por la providencia divina de la rosca) implica renuncias, dedicación, sueños, esperanzas.

Amargos los momentos que se experimentan cuando un proyecto fracasa, uno al que se le puso empeño, en el que se invirtió tiempo, conocimiento, estudio, horas… y todo lo que cada quien sabe que aportó y que solo le duele al que lo ve hacerse trizas porque el mundo está lleno de egocéntricos laborales que solo ven valor en su trabajo y hasta ahí les llega la bondad, a lo propio.

Se nos van interminables intentos de mostrar y demostrar que lo nuestro tiene valor, se nos devalúan las ilusiones cada vez que los demás lo desprecian.

Hoy hago una invitación tan sencilla que solo traería beneficios y es que le agregues EL DEL OTRO TAMBIÉN a la frase que pregonas con orgullo y todos podamos decir ¡MI TRABAJO VALE Y EL DEL OTRO TAMBIÉN! Mantener el valor de lo propio y dándole el justo valor al de los demás.

El principito

Por: Johanna Carolina Bula  Érase una vez en un país muy muy muy lejano, tan lejano que diera la impresión de ser todos los lugares al mismo...