DE LOS QUE QUIEREN AMORES COMO LOS DE LOS PERROS.


Poca no es la extrañeza que me causan esas personas que desean un :
“amor como el de los perros”
y no es solo porque no soy muy fan de tener mascotas, sino porque de los amores que no son amores, entra el de los perros.

En cada ocasión que escucho que desean que el amor de sus parejas presentes o futuras sea como el de las mencionadas mascotas, me recorre un frío aterrador por cada parte del cuerpo, porque ya se lo que sigue a continuación.

El discurso se extiende a que los perros todo lo soportan, no importa que los trates mal, ellos igual te aman por encima de ellos mismos ¿en serio consideran normal que puedas maltratar a alguien y que te siga amando igual? Se refuerza con esta comparación la idea de que en el amor hay una víctima y un victimario. Que el amor verdadero es el que sufre, aguanta malos tratos, que puedes abandonar y privar de cariño y aun así es su deber estar para ti, en una sumisión enfermiza, si es que el termino de por si no es redundante.

Cuando se romantiza el amor de los perros, se romantiza la idea distorsionada de que su nobleza radica en lo que es capaz de aguantar, porque de manera consiente e inconsciente eso es lo que a muchos les gustaría, que el amor se diera como y cuando quieran, bajo los términos de su egoísmo e indiferencia, porque no quieren amar a alguien a quien “no puedan controlar”.
No hay nobleza en dejarse maltratar, no se es mejor persona por dar amor a quien no te lo da; no amas más, si aguantas malos tratos, solo te amas menos o no te amas. Porque si esperas como resultado de tus sacrificios, que el otro algún día te lo agradezca, por adelantado te afirmo que nadie agradece lo que no ha pedido.

Y si la recompensa es perderte a ti en ese camino, ¿ese es el amor que quieres? ¿Uno condicionado a tu obediencia, a tu sumisión y anulación?
El despertar de la conciencia nos invita a amar en libertad, a liberarnos del condicionamiento de que para amar hay que sufrir, ¿quién te ama te hace llorar? De felicidad, sí.

Pero quien te ocasiona dolor no te ama, ni podrá amar a nadie más que a sí mismo; cambiemos el concepto de que el amor ideal es como el de los perros y dejemos de paso de tratar a los perros como objetos que nos deben afecto a pesar de nuestra indiferencia.

Cuando no tengas nada bueno que decir, mejor no digas nada

Ya hay demasiados refranes a lo largo de la historia que de alguna u otra manera nos llevan a la misma reflexión, y sin embargo, continuamos haciendo caso omiso.

De pronto esa confusión que se ha generado con el hecho de ser sincero y que como todo lo han llevado al extremo, pasan de ser sinceros a ser verdaderos cretinos y cretinas, que creen tener la verdad revelada de la vida y situaciones de los demás.
Estamos educando a una generación de pequeños cretinos y cretinas, que hablan mal de los demás, que se odian tanto que reflejan ese odio en otros, hiriendo con palabras con tal de quedar bien con algunos, nadie les ha dicho que lo único que logran es apartarse de su humanidad y crear brechas entre ellos y las personas.

Expresiones de descalificación han reemplazado los saludos; la charla sobre temas divertidos o importantes es sacada de la mesa, para darle lugar al chisme (que bajo ningún concepto es bien intencionado).
Lo gracioso del asunto es que no somos poseedores de verdades, pero lo escalofriante de todo esto, es que esta clase de comportamientos son inculcados desde las familias y para ser usado en contra de los mismos familiares, desde ahí podemos sospechar con certeza que así se relacionan con todas las personas dentro de sus círculos cercanos.

¿Eso es lo que queremos ser? ¿personas con cero calidad humana, con cero empatía?

Eso es lo que estamos siendo, estamos popularizando ser malas personas, blindados con un escudo de falsa honestidad. Decir lo que piensas es bastante valido en cuestiones de expresar ideas y posturas, pero eso no nos otorga el derecho de minimizar o ridiculizar a nadie a nuestro lado o a nuestro alrededor.

Es preferible guardar silencio antes de humillar, antes de menospreciar, de hacer comentarios hirientes, solo porque a ti te parece gracioso; si no tienes nada bueno que decir, no digas nada; nadie nunca ha salido lastimado por no recibir un cumplido, pero si hay suficientes personas con heridas abiertas a causa del veneno de palabras malintencionadas.

El principito

Por: Johanna Carolina Bula  Érase una vez en un país muy muy muy lejano, tan lejano que diera la impresión de ser todos los lugares al mismo...