Por: Johanna Carolina Bula
De manera muy instintiva
los hombres que se niegan al pago de la manutención de los hijos, saben
perfectamente que con esto están coartando la libertad de la mujer, pues de su pecunio
tiene que solventar todos los gastos del menor o los menores, afectando su vida
digna y su libertad.
No pagar la pensión alimenticia
es un castigo que da el hombre deudor a la madre que ostenta la custodia, y en
muchos casos es una herramienta de control hacia la mujer, pues estos imponen
requisitos absurdos para cumplir con la obligación que tienen con los menores,
como el que la mujer deba atender a este hombre en su casa y recibirlo; o a través
del chantaje imponerle que no tenga relaciones sentimentales ni sexuales con
otros hombres. No es raro que esperen que la vida de las mujeres de las que se
separan se detengan en una especie de letargo nostálgico, de añoranza y dedicación
exclusiva a sus hijos.
Porque en ese mundo de
pendejadas machistas, estos dicen cuidar una cantidad de plata que no están
dando. Los escuchas decir que estas mujeres, se gastan la plata en uñas, en pelo,
en mantener al nuevo marido; como si alimentar, vestir, educar y dar un techo
no representaran un alto costo. Esos son los que, con cuotas irrisorias, juran
que sus hijos jamás deben necesitar nada fuera de ahí y que absolutamente todo
está cubierto y que además ni siquiera lo ven como lo que es, que es un aporte
para el sostenimiento del o los hijos que se tuvieron, sino que se convencieron
que es una plata que le regalan a la mujer con la que los tuvieron.
Son los que llegan a los
consultorios jurídicos mal vestidos a decir que es porque la horrorosa de su ex
mujer le quita todo lo que gana, como si la cuota fuera establecida en una
ruleta y le fuera impuesta por alguna especie de suerte; cuando se tienen en
cuenta los ingresos de ambos para repartir la cuota: porque quien tiene la
custodia, termina asumiendo muchos más gastos y atravesando más penurias al
momento de hacer rendir el dinero. Pero nuestra sociedad nos ha hecho creer que
es obligación de las mujeres mal vivir y estirar cada peso, nos ha dicho que
debemos renunciar a todo para suplir lo que el padre deudor deja de cumplir, y
sin embargo somos la burla de esa sociedad que nos cataloga de pendejas por no
haber sabido escoger al papá de los hijos. Pero que a este sujeto, deudor e
irresponsable lo deja libre de responsabilidad y culpa
Frases como “todo es por
plata” o “es una mantenida” son las que en el ejercicio profesional se suelen
escuchar de manera repetida, porque la inmadurez de estos sujetos les da para
decir a viva voz que ya ellos tienen otra familia, como si tener más hijos o
pareja nueva, anulara a los hijos previos, sus necesidades y sus derechos.
Estos mismos sujetos son
los que ejercen violencia en otros aspectos, porque rara vez la violencia económica
viene sola, está forma parte del ejercicio de diversos tipos de violencia en
contra de la madre que tiene la custodia y de los menores, a quienes se les
violenta su derecho de una vida digna, ante la negativa de cumplir con un
derecho fundamental económico.
Los malos tipos lo serán
siempre, y la separación no hará que la violencia termine o disminuya, al
contrario, esta va a trasladarse a las obligaciones económicas y en los
controladores se ampliará a los hijos, a los que usaran para satisfacer su
necesidad de control sobre la madre y dentro de las manifestaciones que podemos
encontrar está:
1. el llevar o recoger a los hijos en horarios distintos a
los acordados
2. entrar a la casa en la que viven los hijos con la floja
excusa de que pueden hacerlo (y no se dejen engañar mujeres, sus ex parejas o
padres de sus hijos no tienen ningún derecho a perturbar su tranquilidad con el
ingreso al hogar que ahora es suyo y de sus hijos)
3. Preguntarles a los menores y exigir saber sobre lo que
hace la madre, si recibe visitas, con quién habla, etc
Las mujeres, pueden negarse
a recibirlos en la sala, a que entren a dar órdenes sobre lo que en su casa
acontece y no tienen potestad alguna sobre las decisiones que se tomen al
interior de esas cuatro paredes (siempre y cuando no afecten a los niños). Esto
no afecta los derechos de los menores proteger la propia intimidad y la paz mental,
aunque la opinión de la mayoría sea decirles “que el que nada debe, nada teme”
con los controladores cualquier acto normal es una deuda pendiente.
Los hombres controladores
llamarán puta a la madre de sus hijos que salga de fiesta, tenga una cita o
empiece una nueva relación de pareja y recriminaran y amenazaran con quitarle a
los hijos, solo por el placer de desestabilizar la vida de la mujer que decidió
no seguir más con ellos, ¡no se confundan no es amor, es celotipia, es
inmadurez, es control!
Llamaran incesantemente para
controlar el tiempo y las actividades de la mujer y sus hijos y se pondrá el
antifaz de padre preocupado y protector. Esta debería ser una alarma para las
autoridades, todo hombre que luzca encantador y calmado en demasía ante una
madre estresada, es un síntoma que indica las presiones a las que la somete. Nadie
que se sabe inocente, se esfuerza tanto por no parecer culpable, como aquellos
hombres acostumbrados a ejercer violencia de género.
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