Sanar los vínculos




En esta temporada de cuarentena y del creciente interés en el auto conocimiento, entre otras tantas cosas más, se da el espacio propicio para hablar de sanar los vínculos.

Ese o esos que le pesan, que lo mantienen encadenado, que les produce rabia, resentimiento o emociones que tradicionalmente llamamos “malas emociones”, pero ¿sabes algo? No existen las emociones malas, pero decir eso en una sociedad que nos ha enseñado que tenemos que ocultar, disimular o no mostrar ciertas emociones, es muy difícil, se podría decir que requiere de valentía.
Para sanar una emoción, primero hay que identificarla, darle nombre y reconocerla, para así canalizarla y entenderla.

Llegado cierto punto de la vida o de alguna circunstancia, nos damos cuenta que no podemos seguir atados a emociones ligadas a malos vínculos y esos vienen de seres humanos con cara, nombre y apellido.

Sanar vínculos, implica entender al otro en su dimensión más general, es un ser humano, quítale el lugar que ocupa en tú vida: madre, padre, hermanos, ex novio, amiga, ex amiga… y un largo etcétera de personas que ya a estas alturas habrás identificado. Y déjalo en la simple definición de ser humano, con errores, con defectos, con carencias, con traumas.

No es perdonar violencia, ni maltrato, no es justificar el daño y perdonar, porque sanar el vínculo no necesariamente implica perdonar.

Eso es una hipocresía social de que uno tenga que andar repartiendo perdones, es de alguna manera sanar la historia propia, para que no haga daño.

Hacer el duelo a ese vínculo que debe morir, para que no ate más nuestras experiencias en este plano o restablecer ese vínculo, que puede salvarse con abrir el corazón.

Este proceso no incluye que el otro lo sepa, no necesitas comunicar lo que haces para tu bienestar interior, no conlleva abrazos, porque a veces esa otra persona no es consciente de lo que hizo y de tus sentimientos; ahora bien, si abrir la experiencia a compartirla para un proceso de sanación mutuo es lo que quieres, hazlo con la precaución de que el otro está en la libertad de aceptar o no.

Porque eso es otro aspecto bastante importante de los procesos de perdón, que se ha convertido en un arma de doble filo, por la cultura de maltrato que impera en la sociedad y son dos los escenarios:

1.       Si alguien te pide perdón, tienes que perdonarlo
2.       Hay que perdonar, aunque no te pidan perdón

¿Cuál de los dos más falso? Ambos.

En el primer caso, nada te obliga a perdonar a alguien, estoy convencida que hay cosas imperdonables y cosas que uno no quiere perdonar, estás en tu libertad de no perdonar.
En el segundo, uno no tiene obligación de andar perdonando cosas, cuando la otra persona, sabiendo o no del daño que causa no lo pide. A esta persona que no le interesan las consecuencias de su actuar, no le interesa tampoco tu perdón, porque no te valora.

Así que sanar el vínculo, no es regalar perdones, ni ir acusando de malos a otros.
Es sanar tus sentimientos en relación a sucesos, en relación a tus expectativas de relaciones, es dejar de pensar en lo que no te dieron.

Cada situación es distinta, como lo es cada vinculo, piensa sabiamente y decide por ti.

Sana el vínculo contigo primero, atiende las necesidades de tu niño o niña interior, déjate ser y deja ir.

Si tienes dudas de como hacerlo en un caso personal y particular escríbeme, no necesitas darme detalles, pero puedo ayudarte a iniciar ese proceso.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El principito

Por: Johanna Carolina Bula  Érase una vez en un país muy muy muy lejano, tan lejano que diera la impresión de ser todos los lugares al mismo...