Si yo me comportara como los abogados de las redes





Por: Johanna Carolina Bula 

El doble rasero con el que se evalúa a mujeres y hombres no se limita a la vida cotidiana, se extiende a la parte social, profesional y la forma en que se muestra en redes sociales.

Siendo Instagram una plataforma versátil, que a veces sirve su doble propósito de promocionar los servicios profesionales como también para mostrar un poco la vida personal, permitiéndole a los seguidores, formarse una imagen completa.

Sin embargo y pues no hablo de todos, porque no conozco a todos los abogados del mundo, si tengo a varios colegas en mis redes sociales y tienen un par de cosas en común, que, si uno como abogada las hace, inmediatamente caería descalificada y con más de un mal comentario a cuestas.

El abogado puede mostrarse seguro de lo que sabe, sin que a esto se interprete como algo diferente a compartir sus conocimientos; usted como abogada, haga lo mismo y de arrogante no la bajan

El abogado puede hablar de temas ajenos a su profesión y ser visto como un experto que vale la pena escuchar; como abogada, ni hablando de la profesión propia, se es ajena a los cuestionamientos por parte de personas sin las calidades, ni las competencias para hacerlo.

El abogado muestra emprendimientos y pasatiempos que adquieren el carácter elevado de una mente creativa y un prodigio para los negocios; como abogada, cualquier otra actividad que uno muestre disfrutar, es tomada como una distracción al ejercicio de la profesión y la muestra indiscutible que te debiste dedicar a otra cosa.

El abogado se fotografía de rumba, consumiendo su trago favorito, con copa en mano y es tomado como algo merecido, después de tanto trabajo y esfuerzo; Como abogada, las situaciones de ocio, de rumba solo son aceptables en ambientes formales como celebraciones socialmente aceptadas y no te atrevas siquiera a posar con una copa, que si te dicen irresponsable es lo más agradable que podrían decir.

El abogado se posiciona como el padre que sienta las bases de la crianza de los hijos, por un par de fotos llevándolos al colegio y que seguramente ni sabe que llevan en el maletín o cómo se llame la profesora; como abogada, la maternidad te resta credibilidad, una mujer que decide ser madre, “pierde puntos” a los ojos de empleadores y/o clientes, por aquello de que no es secreto que en la mayoría de las ocasiones donde se presenten retos, los sacrificios los va a tener que hacer ella.

 

El abogado puede decir que no sabe de otras ramas del derecho, diferentes a las de su especialidad y casi que se le reverencia, pues el mensaje es tan claro como las aguas del rio Bogotá, me dedico a lo mío; como abogada pocas son las ocasiones en las que te perdonen no saber sobre aquello que te pregunten, no importa si es de un área distinta, porque ante cualquier “no sé” de tu parte es como si en las cabezas de los demás se reprodujera en altavoces un “no tengo ni la más remota idea de nada relacionada al derecho”.

El abogado puede mostrarse en el gimnasio, exhibir sus resultados en sus brazos y abdomen y nadie hablará de que ha llegado a donde está por su cuerpo; puede tomarse una foto saliendo de la peluquería y nadie dirá que tiene algo por su linda cara; como abogada cualquiera de las anteriores…. Bueno, ya saben lo que pensarán y dirán.

Es así, como una sociedad con poco criterio, le resta espacios a las mujeres que ejercemos el derecho o cualquier profesión; nos limitan a nuestra carrera, sin permitirnos mostrar que somos un conjunto de saberes, habilidades, pasatiempos, creencias… y un largo etcétera.

Y como toca hacer la aclaración por la excesiva sensibilidad de algunas personas, evidentemente no son todos, lo que he aprendido de los grandes (los verdaderamente grandes en el derecho) sean hombres o mujeres, es que no necesitan hacer sentir a nadie pequeño.

La profesión nos reta en cada aspecto, en el desarrollo constante, en la mejora que no puede limitarse a la de adquirir conocimientos, sino a ser una buena persona, o como le dicen ahora, ser la mejor versión de uno mismo.

Porque el derecho lo construyen las mentes de las personas y no es mejor si lo ejercen hombres o mujeres, ni se debe tener, ni esperar un estándar diferente para cada uno.

 

 

 

Si yo me comportara como los abogados de las redes

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