Un viejo fantasma que vuelve… y yo de pendeja que me espanto


Un viejo fantasma que vuelve… y yo de pendeja que me espanto



Ajá, así es… y uno que se llena la boca diciendo que lo que digan los demás no importa, esto tiene variables; no  importa, cuando no nos toca la fibra, cuando no nos recuerda un trauma, cuando es una cuestión que tenemos dominada y resuelta; pero como jode la opinión de los demás, cuando el tema es delicado, aquellos temas no resueltos, heridas falsamente cicatrizadas.

En ese momento, la sensación y el espectáculo se asemejan al del niño inquieto que llega de visita y levanta la alfombra que debajo tiene todo el sucio del mundo, ahí toda esa apariencia de perfección se desintegra y ¡oops, que oso!

Bueno, me pasó, repetí como loro que nada me impediría seguir escribiendo, (además que es un ejercicio personal), que esta vez iba a ser diferente, y ¡mentira! ¡Tremendo embuste!, no soporté par de malos comentarios, de esos que hace la gente que cree que tienen al diablo agarrado por los cuernos y a Dios por las bolas; no hay una sola forma de ser persona, no hay una sola manera de ser esto o aquello y pues tampoco nadie los nombró policías, ejercen con una disciplina enferma  el arte de la hipocresía y la doble moral.

Me costó un par de días superar el shock nervioso, el discursito ese de “a una mujer que escribe así, nadie la toma en serio”, “esa manera de decir las cosas que tienes es tal o cual”, “bájale al tono con el que escribes, las mujeres tienen que ser más dulces”, entre la larga lista.

Los condicionamientos sociales, de lo que se supone ya debería ser, lo que debería tener, lo que debería haber logrado, como debería hablar, escribir, caminar, vestirme, algo siempre le está ofendiendo a alguien… y todo ese terror de las espectativas como un viejo fantasma que vuelve y yo de pendeja que me espanto, cuando ya tengo claro que es gadejo (ganas de joder) crónico; que si no juzgan, critican u opinan, los ataca una alergia.

Nadie dijo que reconstruirse uno mismo, era tarea fácil, es un proceso diario, uno recae en viejos patrones, en conductas aprendidas, en comportamientos adquiridos; da miedo, mucho miedo, admitir que no encajas en el mundo que se supone que deberías encajar, que te sientes como una extraña en busca de su clan, pero seguiré caminando, tropezando, aprendiendo, desaprendiendo, a mi ritmo, no para ser y hacer aquello esperado por los demás, sino para mi bienestar y tranquilidad.

Y no, contrario a lo que algunos puedan pensar, no me levanto en las mañanas pensando en maneras nuevas de decepcionar a nadie, ya no me interesa fingir, no me interesa encajar, tampoco quiero hacerle daño a nadie, el mal se lo hacen solos cuando pretenden que viva bajo sus preceptos.

Pasamos gran parte de nuestras vidas sepultando nuestra naturaleza, para que no nos miren maluco, nos morimos en vida fingiendo ser otras personas, por no decepcionar a la familia, por estar a la altura de las circunstancias, todo para caer cada noche rendidos, nos sometemos a la tortura diaria de la imitación… y todo para que alguien siempre siga inconforme.
Seguro el fantasma aparecerá acompañado de ruidos, de criticas, de indirectas, de sabios y de pendejos, y me asustaré cada vez menos, hasta que no me asuste nunca más

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El principito

Por: Johanna Carolina Bula  Érase una vez en un país muy muy muy lejano, tan lejano que diera la impresión de ser todos los lugares al mismo...