El complejo de teletubbie y los ofendidos crónicos


El complejo de teletubbie y los ofendidos crónicos

Las dos caras de la moneda, ambos tan perjudiciales y comunes como la coca cola.

Procedamos a realizar el esquema del complejo de teletubbie: Individuo caracterizado por mantenerse en un estado de excitación interminable, basado en falsas expectativas. Terriblemente insoportables, yo le tengo pánico a la gente que siempre está aparentando felicidad, o dulzura…eso no es normal, si bien, no soy partidaria del dolor, ni soy militante de la depresión; tampoco considero la felicidad aparente como algo sano.

Es muy difícil estar feliz todo el tiempo, es contraproducente negar la existencia de otras emociones, como quien acomoda el polvo debajo de la alfombra, tarde o temprano no va a haber espacio para contener tanta suciedad, y lo que a simple vista se podría tomar como optimismo, es en la mayoría de los casos, una herramienta inútil, empleada para mantener las apariencias.

Su felicidad es fingida, su trato dulce y tierno es una fachada, detrás de la que se oculta una persona que se acostumbró a negar sus emociones.

En la otra cara, están los ofendidos crónicos, estos son diferentes en contenido, pero no en esencia de los teletubbies, aunque a diferencia de los primeros, en lugar de vivir en un mundo de fantasías súper  ley (los barranquilleros entenderán), viven de un amargue constante, todo les pica, les incomoda, se ven ofendidos directamente por lo que diga el Papa y fastidiados si muge la vaca, la salida del sol nunca es por el lugar correcto y sea la temporada del año que sea, su humor no varía.

Se atacan con la vida propia y con la ajena, se autodenominan estandartes de las buenas costumbres y la moral, son centinelas del chisme, jueces de todo y verdugos justicieros que con su “humilde opinión” y su “verdad” reprochan el hacer y deshacer de cualquiera.

Su amargue no tiene justificación aparente, son atletas olímpicos en la desclasificación de sus semejantes, de sus parejas, de sus hijos, de sus compañeros de trabajo, nadie excepto ellos tienen la verdad absoluta de todo y la última palabra.

¡y que el universo nos agarre sentados, si dos personajes iguales se encuentran!



En ambos casos,  ven las situaciones de la vida en blanco y negro, estáticas, donde los puntos medios los verían obligados a lidiar consigo mismos, con sus patrones de conducta, con emociones que se han negado a experimentar; ciertamente experimentar estas emociones  causa temor, es aprender a vernos con ojos de misericordia a nosotros mismos, es enfrentarnos a comportamientos que se nos invalidaron, cuando nos dijeron que tal o cual emoción no la debíamos manifestar, no nos enseñaron a canalizar la frustración, el enojo, la tristeza, nos adiestraron para ignorarlas, las señalaron como defectos, como síntomas de alguna enfermedad y la enunciaron como características de personas débiles, y nadie quiere reconocerse débil o inferior.

La debilidad no está en las emociones, está en su manejo, se moldea con la experiencia y se hace vida cuando se reconoce propia, se valida, se canaliza y se supera; no se niega, no se atragante con sus emociones, dejelas vivir, aprenda de ellas, tienen mucho para enseñar.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

El principito

Por: Johanna Carolina Bula  Érase una vez en un país muy muy muy lejano, tan lejano que diera la impresión de ser todos los lugares al mismo...