SI NOS ENSEÑARAN…
A las mujeres nos venden
la soledad como un fracaso, y desde pequeñas nos enseñan que no hay peor
desgracia que “quedarse solas”, nos recalcan que las amistades no son familia y
mucho menos compañía
Que los hijos nos
realizan y que el marido le da sentido de orientación a nuestras vidas a la
deriva. Porque se nos mantiene en la narrativa que somos incapaces de saber que
nos hace felices, qué queremos, qué sentimos.
Nos dicen que por todo
exageramos y eso suele estar amarrado a episodios en los que somos ignoradas,
en los que nuestras necesidades son calificadas de tonterías y nuestros
sentimientos algo desechable.
La narrativa nos sigue
describiendo como seres carentes de razón, que viven en las nubes, dotadas de
una incapacidad absoluta de pensar y desear algo más allá de ser la ideal ama
de casa; de esa madre abnegada que desaparece detrás de toneladas de ropa sucia
y desprecios cotidianos.
Nos dicen que a eso
debemos aspirar, a ser infelices, que nuestra infelicidad sostiene a los
miembros del hogar; que cada sueño roto, es el precio que hay que pagar por no
estar sola. Entonces construimos hogares tristes, en los que dejarnos para después
es la norma; sostenemos el pilar de que para estar y ser con alguien, es obligatorio
sufrir. Esos sueños rotos, rompen la piel y al alma de cada miembro.
Mamá se hace sombra, mamá
se desdibuja entre lo que soñaba ser y la pesadilla que le tocó vivir, la misma
que debería hacerla dichosa. Los hijos se desencantan de su madre, pues ya no
es la súper heroína de su infancia, ahora es la persona que más allá de ellos
no tiene vida.
Ya no la necesitan tanto
y empieza a ser percibida como estorbo; la empiezan a ver como se ven las
sombras; un ser cansando, un ser que ha dejado de soñar, un ser que se refugia
en novelas románticas para con ellas sentir algo de aquello que desde hace
mucho le han negado.
Sin embargo, mamá les
repite a sus hijas hasta el cansancio que esa existencia carente de vida, es a
lo que deberían aspirar, les repiten que disfruten mientras puedan porque una
vez casadas, su único propósito es ir dejando de ser.
Ven a su madre asumir la mayor cantidad de labores de cuidado, la ven ojerosa y cansada, la ven hacer más de la cuenta, porque mamá tiene que poder y querer aun enferma, aun exhausta.
¿Qué niña viendo esto
desea el matrimonio? ¡Ninguna! Por eso es algo que rechazan desde pequeñas y
que solo el adoctrinamiento de la repetición a lo largo de los años puede
llegar a cambiar.
El abandono que supone el
matrimonio, ese ejemplo viviente que supone su madre de todo aquello que no
quieren.
Porque el juicio nos dice
adiós al pedirle a nuestras hijas que deseen eso que tanto hace sufrir.
Lo curioso de los malos
matrimonios es que lo son por diferentes razones; lo curioso de los buenos
matrimonios es que lo son por razones sencillas de las que solo ciertas
personas son capaces. Pareciera que requiere entrenamiento y quizá sí, porque
no se aprende ni a las malas ni a los golpes.
Una sociedad que pregona
que solo se aprende realmente de lo malo y de las malas personas, no puede
estar sana. Menos si vive llena de odio y resentimiento.
Se le desea el mal al
otro para que aprenda a ver la vida como vemos la propia; decimos con orgullo
que lo que somos es gracias a los golpes, al abandono, a los chismes…a todo lo
malo y lo único que resulta de esta gratitud hacia el maltrato es que los
maltratadores sientan que han sido pieza clave en la grandeza de sus víctimas.
Le pedimos a nuestras
hijas que piensen en el futuro, reduciendo este al matrimonio, uno que no
incluya esa personalidad que les conocemos, uno en el que “aprendan a controlar
su carácter”, diciéndoles de manera clara que respetarse y exigir respeto en
una relación de pareja es descabellado. Que ser ellas algo tiene de malo,
porque constantemente les pedimos que lo disimulen.
Las hacemos sentir que
deben entrenarse cual perro para competencia, para poder ser escogida por un
hombre, ese que “escogiéndolas” les va a dar compañía, que les va a dar estatus
social de mujer digna. Porque el corto entendimiento de las relaciones de
pareja y de las libertades individuales les llenó la cabeza que el hombre tiene
un poder casi sobrenatural.
¡Que se case para que la
controlen! Se les dice a las mujeres de carácter, porque para la sociedad eso
no está en la norma, ¡hay que hacer control social!
Si nos enseñaran que
nuestras elecciones de vida son válidas y maravillosas, siempre y cuando sean
responsables y nos hagan felices
Si nos enseñaran que los
miembros de la pareja se escogen mutuamente. Que en muchas ocasiones no será
hombre y mujer, que será amor porque hay respeto, admiración, ganas de crecer,
compañía y que estar con quien sabe amar, sabiendo amar es una de las muestras
de consideración más hermosas que dos personas pueden experimentar.
Si nos enseñaran que
podemos cambiar, que podemos reinventarnos, que podemos crecer en pareja y que
sin pareja también podemos. Porque no tener pareja no significa estar sola, el
amor se manifiesta en forma de amistades, de familia, de seres que aportan a
nuestro crecimiento y desarrollo.
Si nos enseñaran que
estamos completas sin pareja y que no somos mitades si estamos con una. Que podemos
brillar en cualquiera de los dos escenarios, porque el amor bonito no es un
grillete ni es un mito. Si nos enseñaran que el amor bonito no siempre es una
pareja.
Si en vez de matrimonios
amargos, que se sostienen por todas las razones equivocadas, nos enseñaran a
amar desde la libertad, la responsabilidad, la ética y el compromiso.
Si nos enseñaran un
contexto de hogar en el que mamá no desaparece en ese rol, en el que sigue
siendo una persona que sigue soñando, sigue riendo, que se traza metas y logra cumplirse
y cumplirlas.
Si nos enseñaran que los
padres, no son meras figuras representativas del abandono emocional, sino copartícipes
de la crianza, emocionalmente disponibles, felices de estar y hacer por sus
hijos.
Si nos enseñaran que las
generalizaciones son solo eso y que, si hay personas buenas, quizá no nos conformaríamos
con cualquiera que nos preste atención.
Si nos enseñaran sin
inconsistencias que merecemos amor a manos llenas, que el respeto es la clave y
que se puede discutir sin temor a agresiones y violencias, porque no siempre
estaremos de acuerdo en todo, porque en orillas distintas de pensamiento se
pueden construir puentes de comunicación. Porque no siempre será necesario
cambiar de opinión para que el amor se mantenga en buena forma.
Si nos enseñaran que
estar en pareja no es controlar al otro, ni una lucha de poderes que los mantiene
en una batalla constante; sino que son dos personas que han decidido estar
juntas para compartir y porque hace parte de un proyecto de vida personal en el
cual estar en pareja es algo que se desea, no algo que se siente como
obligación.
Si nos enseñaran que
podemos o no tener hijos y que eso no significa perderse de algo clave; porque
este mundo no necesita más niñas y niños que vengan porque “ya tocaba”, “porque
hay que tener hijos”, “porque los hijos te completan”.
Si nos dejaran de vender
la soledad como un castigo, dejaríamos de comprar la idea que pareja e hijos
son un seguro contra eso. Si nos enseñaran que son una decisión y que esta debe
ser responsable, tendríamos más niñas y niños felices, criados por personas que
los desearon y que en medio de las dificultades que naturalmente hay que
sortear son amados y respetados.
Si nos enseñaran que el
amor es maravilloso en todas sus manifestaciones, dejaríamos de desear solo el
amor de una pareja.
Si nos enseñaran que amar
una pareja, no es igual a desaparecer. Amaríamos mejor.
Tanto de lo que podríamos
aprender si nos enseñaran, todo lo que podemos enseñar para que otros aprendan.
Por más personas que
sepan amar sin desaparecer, por más personas que puedan amar en libertad.
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