Piensa en tus hijos es la
frase que te dicen cuando las demás herramientas de control no han servido.
Porque las mujeres
tenemos un lugar que ocupar, uno pequeño, uno que con cada cosa se reduce porque
el lugar que nos corresponde suele ser el de guardar silencio, el de guardar
las formas, la compostura y el decoro, un lugar desde donde se debe mantener la
imagen del marido como la gran persona, aun a expensas de decir mentiras,
porque no vaya a revelarse el secreto (que nada tiene de secreto) que no lo es.
A las mujeres se nos
educa en ideas absurdas ante la mirada de la lógica, se nos mete en la cabeza
que nuestra grandeza radica en el sacrificio constante, uno que generalmente
termina por anularnos.
Se nos dice que “sobrellevar”
al marido y a los demás es hacer un voto de silencio, de negación de nuestros
deseos y necesidades, porque el bienestar del marido y la familia, se
encuentran por encima de nosotras, somos algo así como el carbón que se funde
para hacer funcionar la locomotora…efectivamente así terminamos, desapareciendo
por poner a todo el mundo por encima y por delante, porque para los demás ni lo
nuestro, ni nosotras somos demasiado importante.
El mundo se ha convencido
que los hombres saben y pueden más, sin embargo, “es nuestra labor” enseñarlos
a ser papás, adultos funcionales, coparticipes de la vida en pareja.
Hasta el cansancio hemos oído que las mujeres somos tontas por ser más emocionales, afirmación absolutamente falsa y para lo único que ha servido es para justificar que seamos ignoradas en nuestras peticiones. Nos han tratado de celosas histéricas, en cuanto pedimos respeto. Se nos dice controladoras, cuando pedimos una repartición equitativa en las labores domésticas y de cuidado.
Al mismo tiempo que se
nos exige trabajar, aportar económicamente, se nos sigue exigiendo mantener en
pie la casa y bien criados a los hijos. En vez de ir ganando espacio, nos han hecho
más pesado los grilletes. Porque la sociedad sigue teniendo como verdad que: los
hijos bien criados son obra de los padres, los hijos mal criados son culpa de
la madre.
Y cuando te cansas de
tanta presión, cuando resistes a desaparecer, cuando estás dando la pelea y la
vas ganando, te dicen “piensa en tus hijos”, luego de las frases “lo hago por
tu bien” y “qué van a decir los demás” es una de las frases que más sueños e iniciativas ha
matado.
Porque verte ser humana, desear, soñar, alcanzar, tener emociones y expresarlas abiertamente, incomoda a la gran mayoría que
anhela verte sumisa y casi convertida en fantasma.
Que donde pases no te
hagas notar, ni hagas ruido, porque ojo se te va el marido, porque si eres
feliz y ríes a carcajadas y haces lo que se te da la gana… te vas a tirar a tus
hijos.
Ese cuento ya debería de
estar eliminado con tanto adulto que recrimina a su madre no haber sido más, no
haber logrado más. De tantas mujeres que en su edad madura se recriminan no
haber hecho más por ellas, haber amado, reído, viajado, estudiado, haberse dedicado
a eso que las apasionaba. De ver tantas mujeres que con cada año que pasa en su
vida, se van olvidando de quien es la mujer que ven en el espejo, ya no la
conocen, solo observan el reflejo de una persona cansada, con ojeras, canas y
sin ganas. Con más pesares encima que metas conquistadas.
Esa renuncia a los
sueños, a la personalidad, a la esencia de cada mujer, eso solo le sirve a los
maridos y a una sociedad absurdamente servil a los caprichos masculinos, a la
necesidad malévola de mantenerles el frágil ego.
Nadie agradece los
sacrificios, pero vaya que uno si se los recrimina, y así vamos por la vida,
peleando por no desaparecer… desapareciendo con cada pelea.
Pensar en uno, no es
dejar de amar a los hijos; pensar en los hijos no tiene que ser ir en contra de
una misma. Porque amarnos y tenernos como prioridad no signifique invocar un Armagedón.
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