Bastante bien que
aprendieron la frase de MI TRABAJO VALE, nada mejor que reconocer todo el
esfuerzo detrás de los estudios, los años de experiencia y todo eso que te hace
bueno en tu área.
Me parece fabuloso y
motivo de celebración que no te vendas por menos, ni regales lo que con tanta
dedicación a ti te ha costado.
Pero y qué pasa con el
trabajo del resto? Ese sí que se puede menospreciar y por “pordebajear”. Porque
seguro que a ese otro no le costó tanto, ni sabe tanto, al fin y al cabo. A ese
otro como que le regalaron los estudios, las trasnochadas, el esfuerzo, a ese
otro seguramente no le costó lo que a ti.
Así vamos por la vida,
pregonando la superioridad propia y depreciando lo ajeno, sin tener en cuenta
que todo es una cadena y que todos somos los demás de los demás.
Este mundo no está más
jodido, porque no se lo han puesto como meta. Pero lejos de eso no estamos si
seguimos creyéndonos el ombligo del mundo… imagínense todos creyéndose la misma
vaina, de tanto hueco nos vamos a desaparecer en nosotros mismos.
El egoísmo nos hace
ruines, el desprecio por el otro no nos eleva a categoría de nada.
Ignorar el esfuerzo, la dedicación,
lo que a cada quien le costó, no incrementa tu valor, nos convierte en seres
humanos cada vez más pequeños en un mundo que necesita reconocer a sus
habitantes como seres humanos con derechos y que estos derechos no sean
constantemente aplastados por el absurdo, por el fanatismo, por la estupidez
que a la brava vuelven ley.
Mi trabajo vale ¡yes,
claro que yes! EL DEL OTRO TAMBIÉN, vale su producto, vale su servicio, vale lo
que hace, lo que sabe…el hecho de saber qué hacer y qué no hacer.
Pedimos un mundo en paz,
mientras que pisoteamos la dignidad de quien se nos atraviesa, dependiendo del
genio en el que nos levantemos; nos reímos del esfuerzo que no hicimos, porque
no vimos todo lo que implicó.
Mi trabajo vale, el del
otro también porque cada logro (a menos que sea por la providencia divina de la
rosca) implica renuncias, dedicación, sueños, esperanzas.
Amargos los momentos que
se experimentan cuando un proyecto fracasa, uno al que se le puso empeño, en el
que se invirtió tiempo, conocimiento, estudio, horas… y todo lo que cada quien
sabe que aportó y que solo le duele al que lo ve hacerse trizas porque el mundo
está lleno de egocéntricos laborales que solo ven valor en su trabajo y hasta
ahí les llega la bondad, a lo propio.
Se nos van interminables
intentos de mostrar y demostrar que lo nuestro tiene valor, se nos devalúan las
ilusiones cada vez que los demás lo desprecian.
Hoy hago una invitación tan
sencilla que solo traería beneficios y es que le agregues EL DEL OTRO TAMBIÉN a
la frase que pregonas con orgullo y todos podamos decir ¡MI TRABAJO VALE Y EL
DEL OTRO TAMBIÉN! Mantener el valor de lo propio y dándole el justo valor al de
los demás.
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