“El sentimiento de culpa nos impide ver las cosas con
claridad”.
Doris May Lessing
El caso tan sonado y polémico
de Nicolás Petro pone sobre el tapete nuevamente una cuestión que parece que se
rehúsa a salir del imaginario de la sociedad, y no es precisamente la
corrupción, esa práctica que los políticos de este país aman más que a su ego e
incluso a su afán de protagonismo. Y es que de solo leer los titulares de las
noticias relacionadas a su caso, los memes y escuchar las opiniones que al
respecto se dan sobre el caso, casi que sin excepción, ponen las actuaciones
del señor Nicolás en un segundo plano, uno lejano, pero que de frente catalogan
como “la mala del paseo” a su ex esposa.
Porque de acuerdo a la
tradición machista las mujeres siempre somos las culpables, el nombre de su
pareja ha llevado todas las burlas, su imagen se convirtió en el de la bruja
dolida que tiene como finalidad y propósito arruinarle la vida a un pobre
hombre. Esa es la eterna culpa de las mujeres, arruinarlo todo por la debilidad
que nos supone el amor y los sentimientos de venganza que se generan luego de
una ruptura. Y a la gente le parece fenomenal, perder de vista que lo que ella
denuncia son conductas reprochables que tienen consecuencias graves para el
país… pero esto parece no importar.
Ella es la mala, ella es
la que no sabe perder… así ha sido, así será mientras los estereotipos de bruja
ganen likes, rating y sea el comodín favorito de los hombres corruptos,
mediocres y miserables.
Ella es quien puso en conocimiento
de todo un país, las conductas de su expareja y por donde se le enfoque en la
narrativa ella no deja de personificar a la villana y no olvidemos que también la
culpable de las infidelidades de su esposo.
Porque tampoco se le
reprocha al señor Nicolás haber sido infiel, haber faltado a ese compromiso que
había establecido. ¡Nombre no! La pendeja es ella por haber tenido una amiga,
por haberle presentado el marido a una amiga. Es que las mujeres siempre
llevamos las de perder:
El
tipo es infiel= la culpa es de ella (se descuidó, le presentó una amiga y un
largo etcétera) jamás es de él. Se presenta al hombre como la victima doble,
por un lado, el pobre infeliz atrapado en una relación que no quiere y por otro
lado víctima de una mujer fatal, capaz de seducirlo y por ende acabar un
matrimonio.
Estos seres que se
precian de ser superiores en todo y no son capaces siquiera de asumir la
responsabilidad y consecuencias de sus actos.
El
tipo presuntamente comete delitos: pobrecito es que se dejó llevar, los demás son
los malos, la ex esposa, la perversa que lo delató.
Su conducta es minimizada y vuelve la fichita del pobre incauto, de la pobre víctima de los celos de su ex mujer. No es su avaricia, ni lo son sus actos y aunque nadie es culpable hasta que una autoridad judicial lo determine y la presunción de inocencia se le debe respetar; nadie ha tenido reparos en atacar y catalogar a su ex mujer como la mala y antes de que me salgan (porque me los conozco) con algo como: es que si no le hubiera puesto los cachos, no dice nada, está ardida. Pues ardida o no, las conductas que se investigan son las del tipo, no las de ella.
Pobre las mujeres y la
carga del lastre eterno de la culpa, esa misma que sirve a la sociedad para
decirle a las mujeres que si son maltratadas es porque les gusta, para decir
que los hombres solo maltratan a la que se deja. Porque es tan fácil mantener
en el papel de culpable a las mujeres, aun cuando sean ellas las víctimas de
delitos. Sin decir casi que nunca, que si un tipo maltrata es porque es un
maltratador; que si mata es porque es un homicida, un feminicida.
Esa misma culpa, se usa
para examinar con lupa los comportamientos de las mujeres y concluir que estos
la llevaron a ser violada, que si por lo que tenía puesto, que si por lo que
estaba haciendo. Pero que no dice que si un hombre viola, es un violador; que,
si acosa, es porque es un acosador.
Que si una mujer supera
una violación y no sufre de ataques de llanto y ansiedad cada dos minutos, que
si su vida no se convierte en un encierro… igualmente ella es la culpable,
porque quizá si quería. Porque ni transitar una situación traumática de manera
personal se puede, sino que también debemos estandarizarnos a lo que se espera,
ya que, en caso de no hacerlo, igual también se nos echa la culpa.
Porque también somos las
culpables de que los papás de nuestros hijos sean irresponsables, de que no
asuman económica, afectiva ni emocionalmente su parte; somos por excelencia las
culpables de que los hijos con el tiempo no quieran saber de ellos, porque además
si no somos una máquina de justificación de la conducta de los hombres, también
somos las culpables. Jamás es de ellos por no asumir su responsabilidad y
librarse olímpicamente y con la venia de la sociedad de lo que les corresponde, ellos caminan libres de
culpa, nosotras con la cabeza abajo llenas de culpas propias y ajenas, porque claro, "nosotras no supimos escoger".
Con esa culpa, también le
dicen que es una exagerada cada vez que pide respeto cuando camina por la
calle, cuando aborta o cuando pare; cuando trabaja o decide ser ama de casa;
cuando tiene sexo o cuando no lo tiene.
Porque si un hombre fracasa, es culpa de la mujer que tiene al lado, o de la que lo crío, pero si tiene éxito es por cuenta suya y no más que propia.
No importa cuál sea la situación
o el contexto, el éxito sobre el cual se mantiene el machismo es en la culpa
que le impusieron a la mujer desde antes de nacer y sobre la cual se debe
mantener al largo de su vida y muerte.
Una persona que siente
culpa por cada decisión, por cada cosa y hasta por los demás, es alguien que va
a pasar por mil filtros cada paso, que vive con miedo, que vive menos y
experimenta menos felicidad, una mujer cargada y embebida en la culpa, siempre
será más fácil de manipular y de doblegar. Una mujer con culpa calla los abusos
cometidos en su contra, una mujer con culpa es todo lo que el machismo quiere.
Una mujer que decide
denunciar, hablar o poner en conocimiento de los demás, lo que hace un hombre,
es una mujer que debe dejar de ser vista como la villana, debemos mirar de
frente al verdadero culpable, debemos dejar como sociedad de denominar a las
mujeres como el sexo débil, en su amor, en su despecho, en sus decisiones, en
su contribución, en su sufrimiento, en sus éxitos, en sus denuncias.
No avanzaremos como
sociedad, como mundo si el foco lo seguimos poniendo de manera equivocada, si
seguimos perpetuando excusas para los comportamientos reprochables, si seguimos
con el cuento de que pase lo que pase, hagan lo que hagan, los hombres son las victimas
de perversas mujeres.
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