Por todos lados
y en todas las bocas, están frases que te dicen que te ames y que te aceptes,
que eres una mujer maravillosa, así como estas y así como eres, pero resulta que,
en su discurso, todo significa algo diferente cuando eres mujer.
Nos bombardean
con realidades, imágenes, miradas y comentarios que nos gritan un mensaje
contradictorio, que nos recuerdan constantemente que ese amor depende de cosas
diferentes.
y que entre las muchas cosas por las que vas a estar bajo la mirada inquisidora de los demás, tú peso es algo por lo cual vas a ser criticada, convirtiéndolo
en una medida del amor que puedes recibir y del que puedas tenerte.
Cosas que
parecieran ser triviales, pero que hacen difícil de transitar el camino hacia
el amor propio, ese que intentan reducir a características físicas, para
mujeres de todas las edades. Cosas que nos cuestan trabajo diario, porque cada
día pareciera ser una batalla para encajar en cánones de belleza, a pesar de
saber que estos son marcados por tendencias, esas que parecen determinadas
desde un odio hacia lo femenino, poniendo la feminidad al servicio de los
gustos masculinos y que se moldea a partir de sus preferencias y deseos.
Así pasó y
sigue pasando con los cuerpos de las mujeres, con su talla, con su peso, con
ese espacio tan propio que es el cuerpo que cada quien habita y lo
estandarizaron como a un producto de consumo.
Porque si como
mujer, tu talla supera un 8, inmediatamente pasas a ser una mujer que no es
atractiva y te empiezan a decir en los almacenes que “ropa de tu talla, no
manejan”
¡Te excluyen!
inmediatamente comienzas a creer que tu cuerpo es un error, que no encajas, que
el mundo no se concibió para personas con tallas superiores a la 8.
Escuchas todo
el tiempo, consejos no solicitados, hasta de gente que no conoces, porque se
creen con permiso de juzgar tu aspecto, que es descalificado con crudeza, una
que se agudiza con cada gramo que subes en la balanza; te dicen: ¡adelgaza,
come menos, no estás saludable!, porque la delgadez se convirtió en norma y eso
lo confundieron con el estado de salud.
Las opiniones
crean imaginarios dañinos y esta falsa creencia, que los cuerpos delgados son
los sanos, ha hecho que se catalogue como enfermas a las personas que no son
flacas.
Te dicen que te
ames como eres, pero no es cierto, no quieren que te ames como eres, te dicen
que amarte es adelgazar, que si te amas deberías pesar menos y hacer todo lo
que este a tu alcance para estar en una talla que te permita a los ojos de los
demás, lucir hermosa.
Te venden el
cuento que la talla te define, que el físico es lo que atrae, que a los hombres
les gustan las mujeres flacas, pero que tengan tetas y tengan nalgas; no
importa como quieras verte tú y como te guste verte a ti.
Te dicen que,
si de verdad te amaras, ese amor sería el impulso que te hará bajar esos kilos
que a los demás les parece que te sobran.
Te dicen que tú
juventud debe ser duradera, porque las mujeres deben “cuidarse” de no
envejecer, porque el tiempo no debe pasar por nosotras, que te agotes en cremas
y tratamientos, en cirugías, en retoques, en maquillajes que oculten, porque al
parecer el paso natural de los años, no es algo que tengamos permitido, porque
eso reduce nuestro valor y reduce la cantidad de amor que podemos recibir. Te
convencen que el paso de los años solo hace “interesantes” a los hombres, la
experiencia ganada, sus canas y arrugas son sexy; a nosotras nos dicen que eso
mismo, simboliza nuestra decadencia y son una especie de licencia para
descartarnos.
Te dicen que es
valioso lo que llevas por dentro, lo que sabes, lo que eres capaz de aportar a
tu entorno, pero luego te dicen, que no solo debes ser y saber mucho, tu imagen
debe ser la de una mujer delgada, que camine con tacones de aguja y se vista como
las chicas de las revistas, esas a las que juzgan de superficiales que solo
están pendientes de la moda y de las banalidades, que, en lugar de eso,
deberían estudiar e instruirse ¡bastante contradictorio!
Te dicen que
seas mucho, pero que no seas tanto, no sea que los demás se molesten, no vayas
a incomodar a los hombres a tu alrededor; te dicen que puedes adquirir
conocimiento, pero que no lo exhibas, que a los hombres les gusta una mujer a
la que puedan enseñar; ese delirio de profesor que al parecer debemos cumplir,
manteniéndonos infantilizadas. Se convencieron de tener una supuesta
superioridad, esa que les hace abrir la boca creyendo que pueden explicarnos
cosas, aun cuando seamos nosotras las expertas en el tema; esos mandatos
sociales que nos ponen en posiciones de sumisión en alguno, varios o todos los
ámbitos de nuestra vida.
Te piden ser
fuerte, pero no tanto, a los hombres les gusta poder ser el héroe, pero callan
que los motivos para decírtelo es que tu fortaleza asusta la debilidad del macho.
Tus cualidades
pasan a ser defectos, porque a esa líder innata que eres y que hace posible que
cosas increíbles pasen, en ti lo catalogaron como ser una “mandona”.
Cuando tienes
en cuenta las emociones y sentimientos de los demás, eres débil, te explican
que eso es por tu naturaleza de mujer, que no es capaz de “hacer lo que se
debe”, porque en el mundo que se construyó con el relato masculino, ser
despiadado y carecer de ética es sinónimo de tener habilidades de
liderazgo.
Es decir,
reservaron la maldad para ellos como una cualidad, olvidando la humanidad, la
empatía y los valores, a los que pusieron en la columna de defectos. Pero no
admiten que los liderazgos femeninos han probado ser más eficientes porque las
personas competentes pueden hacer lo que se debe, sin atropellar a los demás.
Tantos mensajes
contradictorios alrededor de ser mujer, porque no soportan que seas tú, porque
siendo quien tú quieres y amándote como eres, ya no te pueden convertir en
quien les dé la gana.
Libertad,
belleza, esfuerzo, trabajo duro, cada cosa, significa algo distinto cuando eres
mujer.
Significa algo distinto cuando eres mujer
No hay comentarios:
Publicar un comentario